Y de repente, se cae el telón y te duele tocar con los dedos todo lo que descubres ante esa realidad que se encontraba escondida tras una fina tela. Y te preguntas qué hiciste, qué harás y qué mantendrás de todo aquello que te rodea.
Las tormentas sirven para limpiar, dicen, y para arrastrar todo aquello que te robaba la calma. Pero durante el despliegue de nubes negras temes que se lleve incluso aquello con lo que siempre soñaste, esa gota de magia que hacía brillar las mayores rutinas. Te encuentras sola en medio de un torbellino de emociones que te invita a cerrar los ojos y a desaparecer por momentos; a sonreír porque algo mejor vendrá; o a derramar esas lágrimas que te aliviarán por dentro.
Y eso es vivir, aguantar la tempestad hasta que vuelva a brillar el sol y disfrutar de este mientras puedas. Porque, si algo hemos aprendido, es que nada es lo que parece, y que hasta las cosas más sencillas pueden desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Tan solo queda esperar a que mañana sea otro día más.
Azucena Alfonso Recio